Cuando alguien tiene el placer de encontrase con Carmen Rojas queda sorprendido. Es difícil creer que estás ante una de la parejas de baile favoritas del gran Antonio el Bailarín. Y es que el tiempo más que doblegarla la ha acariciado.
Su conversación es muy amena. Carmen es de esa clase de personas que parece que las conoces de toda la vida aunque te las acaben de presentar. La vivacidad de su mente es contagiosa.
Y es que Carmen es como su danza, auténtica, generosa, graciosa, elegante y apasionada... Es su fuego interior el que ha vencido al paso de los años.
Emprender con ella este viaje por sus recuerdos es como abrir una página de momentos gloriosos en la historia de la Danza Española.
P.-¿Cómo te hiciste bailarina?
-He sentido la danza desde que tuve uso de razón, desde muy pequeña... Recuerdo que en Ceuta, cuando en mi casa las visitas esperaban a mis padres yo les decía, pues antes de que vengan mis padres les bailo un poco... ¡Ja, ja! Y me ponía a bailar.
Me iba a la feria, me ponía el traje y bailaba. En el Teatro Cervantes de Ceuta fue mi primera actuación. Bailé el pasodoble Manolete con el traje de comunión de mi hermano que me arregló mi madre... Fue en una gala benéfica que se hizo para recaudar fondos para los damnificados de Cádiz.
P.-¿Qué edad tenías?
-8 o 9 años.
P.-¿No fuiste a alguna escuela de baile?
-Ni a alguna ni a ninguna... Nunca fui. Bailaba porque lo sentía, y lo hacía como fuera y donde fuera por una especie de necesidad. Hasta que nos fuimos a Madrid.
P.-¿Cuándo vinisteis a Madrid?
-Yo tenía 15 años y ahí sí estuve aprendiendo unos meses en la academia María de Román. Gracias a esto tuve la primera experiencia profesional
Rafael de Córdoba vivía en esa casa, y entonces él tenía un contrato para Barcelona, y la maestra nos dijo a mí y a otras 3 niñas que si queríamos ir con él para adornar su espectáculo. Ese fue mi debut como artista.
Luego corrió la noticia de que Antonio Ruiz Soler estaba formando compañía (1952) y convocó audiciones. Yo estaba como loca de contenta.
A la audición me acompañó mi padre. Recuerdo que fue en un piso del barrio de Salamanca. Era la casa de Ana de Pombo, que era muy amiga de Antonio, una mujer muy carismática que había trabajado con Coco Chanel en París y era quien le confeccionaba los trajes a Eva Perón.
P-¿Cómo fue la audición?
-Yo no tenía ningún baile montado. Antonio me preguntó “¿Qué trae preparado?”... Nada le dije. También estaba Betty, que llevaba un montón de bailes del conservatorio, y yo nada, nada de nada. Sin embargo, Antonio me permitió improvisar y me contrató.
Entonces, mi padre se quiso hacer el interesante negociando las condiciones del contrato, pero no le dejé, yo estaba loca de contenta. Para mí bailar en la compañía de Antonio era un sueño, y no me importaba nada más...
P-¿Era la primera vez que te encontraste con Antonio?
-No, una vez él estaba actuando en el Teatro Fontalba de Madrid con Rosario. Fue la última actuación en la que bailaron juntos en Madrid. Y mi madre me dijo “te tengo que llevar para que te conozca”.
Ni corta ni perezosa me llevó al teatro, entró conmigo en los camerinos, se dirigió a Antonio y le dijo: “Yo le traigo a la niña para que me diga si vale, y así pues para que siga, o si no... “. Antonio pidió a un guitarrista que tocara, me hizo las palmas y yo bailé. Quiso recomendarme para los Chavalitos Sevillanos.
Más tarde, muchas veces me lo recordó. Se acordaba de la anécdota. Nadie podía entonces imaginar que íbamos a bailar tantos años juntos.
P- Y este encuentro se reprodujo en el cine. En la escena de la película “Luna de miel” en la que una madre le dice a Antonio que vea bailar a su hija y termináis bailando juntos.
-(Ríe). Es verdad, en la película que rodamos con Michael Powell, el director de las “Zapatillas Rojas”.
https://www.youtube.com/watch?v=ZDeYigl_XlI
P-¿Cuántas bailarinas formasteis parte de la primera compañía de Antonio?
-Al principio éramos 13 bailarinas. Debutamos en el Festival de Granada del año 1953. Yo estaba entusiasmada.
Además de cuerpo de baile me puso algunas cosas para solista como las danzas vascas.
P.-¿Cuándo te convertiste en primera bailarina?
-Él bailaba flamenco con otra bailaora, pero se marchó de la compañía y él vino a hablar conmigo, y me preguntó: "¿Te atreves a bailar conmigo?". Dije que sí, y no dudé. Yo en aquel momento me atrevía a todo.
Entonces, me puso a aprender las seguidillas con su hermana. Curiosamente, a Antonio no le gustaba ensayar el flamenco, a diferencia de sus ballets, que los ensayaba muchísimo.
P.-¿Por qué crees que no le gustaba a Antonio ensayar el flamenco?
-Porque se dejaba llevar por lo que sentía, por un sentimiento muy profundo, e improvisaba muchísimo. Además, no se iba a poner a ensayar conmigo que era una cría que acababa de llegar.
La primera vez que actuamos fue en el Castillo de Perelada. Y, no me olvidaré nunca, pasó una pequeña catástrofe en nuestra segunda actuación.
P.-¿Qué pasó?
-Fue nada menos que en Jerez de la Frontera.
Salimos a bailar las seguidillas. Yo tenía que dar una vuelta para la izquierda y el tenía que dar una patada y caer de rodillas. Pues me equivoqué y di la vuelta para el otro lado y le tiré al suelo con la bata de cola.
Yo, asustada perdida, pensé que había llegado el final de mi carrera, que me echaba sin remedio. La angustia se apoderó de mi. Pero en el corro final del espectáculo teníamos que bailar unos tanguillos. Entonces le vi que venía hacia mí con las cejas levantadas (que era el gesto que hacía cuando estaba enfadado), y nos pusimos a bailar. El público se puso a aplaudir de tal manera que tuvimos que hacer 2 o 3 bises. (ríe) El público me salvó. Y pensé, “bueno, al final de esto, no me echa”. Solo me reprendió levemente, “sabes que tienes que ensayar la patada de la bata de cola hacia la izquierda”, dijo.
P.-¿Qué papeles has interpretado con él?
-He hecho muchísimos, incluso la Molinera del Sombrero de Tres Picos y el Paso a Cuatro.
P.-¿Qué papel era el que más te gustaba bailar con Antonio?
-Mi preferido, "El zorongo gitano" de García Lorca.
También he disfrutado mucho con el Taranto que me puso en el 56. Esta pieza es la que he tenido el inmenso placer de montar para el Ballet Nacional de España. Sentí una alegría inmensa cuando Antonio Najarro me llamó. Es un amor de persona y está dirigiendo muy bien el Ballet Nacional de España.
Y se la monté a Esther Jurado, he disfrutado mucho con ella y hemos hecho muy buenas migas. Nos solemos ver con frecuencia.
P.-¿Qué has sentido con el Homenaje a Antonio Ruiz Soler del BNE?
-Imagínate. Ha sido uno de esos regalos inesperados que te ofrece la vida. Ha sido una ilusión grandísima rememorar a Antonio El Bailarín. Quiero aprovechar esta entrevista para darle las gracias a dos personas: a Antonio Najarro por haber concebido la idea del homenaje a Antonio Ruiz Soler, algo que nadie le había hecho hasta ahora;
Y también, a Emilio Martí por una exposición preciosa en Cádiz en el Conservatorio de Maribel Gallardo. Me regaló un vídeo precioso. Me emocionó muchísimo.
P.-¿Cuántos años has bailado con Antonio Ruiz Soler?
-Del 53 al 62 sin parar. Y tuve que parar porque me rompí el menisco y los ligamentos cruzados. Una pena.
Me lo rompí en Tenerife, bailando con Paco Ruiz la Jota de Albéniz. El público no lo notó pues fue en la zapateta final, bajó el telón y entonces, me fui al suelo.
P.-¿Cuantos bailarines de la primera etapa del ballet de Antonio quedan?
-Del 52 quedan Betty, Teresa, Laura Toledo, Paco Ruiz... De los demás, si viven no tengo noticias.
P.-¿Te repusiste de la lesión?
-Un año entero de operaciones, muletas... No había los medios de ahora en que una rotura de menisco se arregla muy pronto.
Luego cuando regresé ya no pude bailar la Molinera del Sombrero que estaba bailando antes de la lesión.
Pasado un año de convalecencia (1963) Antonio me llamó y me preguntó: ¿Quieres venirte a bailar para Kennedy? Y allá que nos fuimos...
P.-¿Tienes alguna foto con Kennedy?
-No, no dejaban hacerlas. Tengo con otros artistas muy famosos que conocí en aquel viaje.
Se conmemoraba el 2º aniversario de su presidencia. Y actuamos con los bailarines NY City Ballet, con Gene Kelly... Con esos sí tengo fotos. Antonio bailaba el Sarasate, luego las chicas y chicos hacían unas soleares, y terminábamos Antonio y yo con unos tanguillos.
Tuvimos muchísimo éxito. Después de la actuación me esperaba una sorpresa. Yo creía que iba a cenar con Antonio porque invitaron a las primeras figuras de la gala. Unos motoristas nos abrían el paso y llegamos nada menos que a la mansión del vicepresidente Johnson. Allí estaba Kennedy y su mujer, Jackie. Él vino a hablar conmigo. Y hasta recibí una carta suya. Aquí la tengo.
Era muy atractivo, más que guapo era interesante y con muy buen tipo. Estuvo hablando conmigo y me mostró gran interés por nuestra danza...
Fue una experiencia inolvidable. Aquí tengo fotos en los ensayos. Ésta con Kirk Douglas nos la tomaron mientras esperábamos los coches que nos llevaron a la cena.
En esta otra estoy con Yves Montand.
Esta es la tarta con la que se obsequió a Kennedy, estoy con Teresa Maizal, la esposa de Paco Ruiz.
P.-¿Cuándo empezaste tu propio camino sin Antonio?
-He bailado de forma independiente por todo el mundo. Hice muchísimas giras difundiendo la imagen de España en las Expotours del Ministerio de Información y Turismo. Luego en el 66 volví otra vez con Antonio para una gira por América y para rodar la Taberna del Toro.
El tiempo que he estado con Antonio han sido unos 16 años, aunque de forma intermitente. También tuve un grupo con Paco Ruiz.
P.-¡Qué bien te lo has pasado!
Muy bien, sí es verdad. Aquí estoy en el Radio City de NY. Los boys me subian encima de una bandeja, y yo movía los brazos como una odalisca hasta que me bajaban (ríe).
He tenido una vida maravillosa, y he conocido muchísima gente con la que he compartido con ellos momentos inolvidables.
P.-¿Te han dado muchos premios?
-Tengo la Medalla al Mérito Turístico, el Premio Viotti con Paco Ruiz, me dieron el individual y el de parejas, el Premio Nacional de Coreografía (1957), la medalla de la Ciudad de Ceuta y hasta pusieron mi nombre a una calle.
P.-¿Cómo ves la situación actual de la danza española?
-Pues pienso que después de un tiempo en que estaba todo muy dormido comienza a despertar nuevamente. Yo veo que ahora hay mucha afición, muchos conservatorios, hubo una temporada muy parada, pero creo que va superando ese bache.
P.-¿Qué aconsejarías a los que quieran dedicarse a bailar profesionalmente?
-Lo primero que tienen que tener es afición a bailar. Se tiene que bailar porque se siente, desde adentro. No puede uno ponerse a bailar como modo de obtener dinero o para viajar... Eso es algo secundario. No se debe nunca anteponer el dinero al arte. Por supuesto que tienen que ganar dinero, porque hay que vivir de ésto, pero que no piensen en ello como una meta.
Se baila con el cuerpo y con el alma.
MERCEDES ALBI