Joaquín Albaicín es memoria viva de toda una estirpe, los Albaicín, una rama gitana de la que nacen frutos rebosantes de arte y belleza. Le deben este nombre artístico nada menos que a Sergei Diaghilev, que se lo puso a su tía María cuando la descubrió en Sevilla allá por 1920 y la contrató para llevarsela a París con los Ballets Rusos. María era la hija de la gitana Agustina, hermosa musa de los artistas de la Edad de Plata, y de Benigno García, tratante y desbravador de caballos.
Ellas dos acompañaron a Pastora Imperio en el estreno de El Amor Brujo de 1915, María era casi una niña, y su madre Agustina, aunque no figuró en el reparto, salió a escena para no dejarla sola. Gracias a las notas que la erudita de la danza, Dolores de Pedroso, recogió de la misma Pastora -custodiadas en los archivos de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrígo- y a los recuerdos de Joaquín, hemos conseguido descifrar la identidad de la “otra gitanilla” que figura en el programa con el nombre de “Perlita Negra”.
Y es que los Albaicín no han llegado al mundo para pasar desapercibidos, llevan el arte en la sangre y se manifiesta generación tras generación con diversas formas: su abuelo Rafael, pianista, torero y actor; su tío Miguel, bailaor en la compañía de la Argentinita y también actor; su madre la bailaora, María Albaicín (con el mismo nombre de su tía abuela)...
Joaquín, que es escritor, está casado con otra artista, Salomé Pavón Ortega, que a su vez condensa célebres dinastías del arte gitano -de los Pavón y los Ortega: la Niña de los Peines, Manolo Caracol, los Gallos...-
P-Uno de los personajes que más me impresionan de la historia de la danza es tu tía, María D´Albaicín, la única española que formó parte de la mítica compañía de Diaghilev, pero además siendo casi una niña ya acompañó a Pastora Imperio en el estreno de “El Amor Brujo… ¿Cómo fue esta participación?
-Bueno, pues aquel episodio, que supuso el debut en los escenarios de la futura María D´Albaicín, vino motivado por el anhelo que mi tía sentía desde niña de ser bailaora, arte para el que nació dotada con cualidades excepcionales.
Por otra parte, parece que el Destino la había señalado con el dedo para estar siempre el día adecuado y en el sitio justo, porque si aquel primer Amor Brujo supuso el nacimiento de la “hispanomanía” teatral, el estreno en Londres años después de La Princesa Durmiente de Diaghilev, obra en la que también participó con un papel muy destacado, marcó el nacimiento de la “balletomanía” rusa...
-¿Cómo llegó a interpretar el papel?
Sobre esto debo decir que su madre -mi bisabuela Agustina- y Pastora eran íntimas, como hermanas. Aparte de esto, mi bisabuela era una mujer muy hermosa que, en una época en que la mayoría de los pintores y escultores españoles se inspiraban a menudo para sus obras en motivos y estampas de la vida tradicional gitana, había sido retratada con frecuencia por muchos de ellos: Anselmo Nieto, Benlliure, Zuloaga, Sebastián Miranda, Álvarez de Sotomayor, Manuel Benedito...
Agustina, Casa-Museo Manuel Benedito
A través de ellos había conocido a Falla, que sabía que, pese a que nunca fue artista, cantaba y bailaba maravillosamente. Entonces, tanto su amistad con Pastora como los círculos de artistas plásticos que frecuentaba favorecieron el que se pensase en ella y en su hija.
-Te confieso que un día visitando el Museo de Manuel Benedito, encontré 2 retratos de tu bisabuela en la misma sala donde había otro muy conocido de Pastora Imperio. Entonces sentí que aquella bellísima mujer también merecía ser destacada en la historia. Ahí surgió mi interés por vuestra rama que me parece fascinante ¿Cómo participó tu bisabuela Agustina en el Amor Brujo?
-Sólo puedo decir al respecto que yo siempre escuché en mi casa que mi bisabuela había actuado en el primer Amor Brujo para no dejar sola a su hija en el escenario.
-Y sobre el problema de identificación del reparto de papeles ¿Piensas que era Agustina la Perlita Negra que figura en el libreto?
El hecho de que ni mi bisabuela ni mi tía abuela no comparecieran ante el público con sus verdaderos nombres se debió no sólo a lo habitual de usar nombres artísticos, sino también a que, por entonces, en el mundo gitano no se veía bien que una mujer fuese artista. En realidad, no se aprobaba que fuésemos artistas ni las mujeres, ni tampoco los hombres. Pero mi tía tenía sólo doce o trece años y su padre, mi bisabuelo Benigno, pensó que aquello de bailar en el teatro era un capricho de niña que se le pasaría en cuatro días y accedió al deseo de su hija, pero claro, de modo que los demás gitanos no pudieran deducir por el cartel que eran su mujer y su hija quienes actuaban.
En torno a todo esto, he leído tu reciente artículo, según el cual la artista que actuó con el nombre de Perlita Negra no sería en realidad mi bisabuela, sino una bailaora de la época.
-He estudiado la cuestión y gracias a las notas que he encontrado escritas por la erudita de la danza, condesa Dolores de Pedroso, que las recogió de su puño y letra de la misma Pastora, queda claro que Perlita Negra fue una tal María Benítez.
-La verdad es que no lo sé. Habría que rastrear si aquella mujer utilizó otras veces el nombre artístico de Perlita Negra, pues sería raro que lo hubiese empleado una única vez.
-Es posible que no siguiera una carrera artística, o si lo hizo que no llegara nunca a ser conocida, porque además si actuaba en los tablaos de aquella época no se imprimían programas.
-Pero los nombres de los artistas que actuaban en ellos sí aparecían en los anuncios de la prensa... Sólo puedo decir al respecto que yo siempre escuché en mi casa que mi bisabuela había actuado en el primer Amor Brujo para no dejar sola a su hija en el escenario, aunque lo de Perlita Negra no recuerdo haberlo oído en casa, sino leído en el curso de los años en artículos de Álvarez Caballero y otros estudiosos. Así que no puedo certificar al cien por cien que Perlita Negra fuera ella, y creo difícil que pueda llegar a averiguarse, pues de aquel montaje han sobrevivido poquísimas fotos y no demasiados testimonios.
Agustina, Casa-Museo Manuel Benedito
-Álvarez Caballero tampoco lo asegura. Y recoge una crítica que sí especifica cuando actuó Perlita Negra fue según la crítica de El Heraldo: “una preciosa señorita cuyo nombre desconozco, que compuso muy bien la escena del primer cuadro”; tu bisabuela Agustina, ni era una desconocida ni una señorita, sino una bella señora madre de tres hijos, cuyo sobrenombre por el que pasó a la historia es el de La Reina. Una reina no puede ser una “gitanilla”.
-Evidentemente, no parece que fuese ella la artista a quien se refería ese pasaje, pero no tanto porque fuese una reina en sentido estricto como porque no era, cierto, una desconocida. Sí puedo decirte que en mi casa se dijo siempre que la Canción del Fuego Fatuo y otras composiciones del libreto eran originalmente bulerías que cantaba mi bisabuela y que Falla trasladó al pentagrama y adaptó y arregló según su criterio. Sé que Pastora decía que aquellas melodías eran cantes de ella y de su madre, pero eso es lo que yo he escuchado, que era mi bisabuela Agustina quien las cantaba, lo que, claro, no significa que ellas no pudieran también conocerlas. Probablemente Falla se inspirara en cantes escuchados tanto a mi bisabuela como a Pastora y a su madre.
-Pienso que es totalmente cierto que tu bisabuela, Agustina, La Reina, estuvo allí, y en las notas de la Condesa de Pedroso, la nombra específicamente, como testigo de la recopilación de melodías que se cantaron en casa de Pastora. Seguro que también cantó esas bulerías tal y como te contaron.
Puede ser que saliera al escenario como figurante que acompañaron a Pastora en el Amor Brujo, como María Benítez (Perlita Negra, la “otra gitanilla”), incluso hubo quien dijo que La Mejorana también participó. Pudo salir algún día... ¿Por qué no? Si hubo 29 representaciones...
-Bueno, habría que saber si esas notas de la Condesa de Pedroso reflejan el cartel definitivo o sólo fueron unas notas preliminares de producción que después sufrieron cambios. Ni idea.
-Y otra cuestión sobre aquel estreno. El que tu tía, la pequeña María, comparta en el programa el mismo apellido artístico que Pastora: “Imperio”, ¿Es que acaso Pastora la consideraba como una sobrina o sucesora?
-En efecto, el nombre artístico de María Imperio se lo puso Pastora para dar a entender al público que era sobrina o, cuando menos, protegida suya, una niña en cuyas calidades artísticas creía.
Después no volvió a usarlo, pues siempre se anunció como La Faraona o La Faraónica hasta que en 1921, cuando Diaghilev la incorporó a sus Ballets Rusos, la rebautizó como María D´Albaicín (o Dalbaïcin en la grafía francesa).
Como ella no tardó en ganar fama y prestigio, ese mismo nombre artístico lo fuimos adoptando quienes después de ella hemos sido artistas en la familia. Así que, contra la creencia de muchos que, al escucharlo, lógicamente se inclinan a asumir que procederíamos de Granada, el Albaicín no se lo debemos, en nuestro caso, a Granada, sino a Rusia.
-Vosotros sois gitanos madrileños, y familiares de los Pelaos, que crearon el baile de la farruca y vivían en el barrio de Tetuán.
-Sí, los pelaos son parientes nuestros, primos de mi bisabuela y así mi tía, María Albaicín aprendió de niña la farruca de "El Gato" y del "Pelao Viejo" fue, por tanto, de las primeras mujeres que la bailaron.
María D´Albaicin
-Si Diaghilev se quedó maravillado con ella hasta el extremo de llevársela a su compañía, algo debió ver… ¿Cómo tuvo María valor para irse al extranjero sola y tan joven? El empresario ruso la descubre en Sevilla, cuando busca gente para el “Cuadro Flamenco” que estrenará en París en 1921.
-Bueno, lo que todo artista desea es volar. Y si se trata de debutar en París, mayor motivo para no andarse con muchos titubeos. Mi tía tenía dieciocho años y, aparte de que la danza es de por sí un arte en el que hay que empezar y triunfar de jovencito, hablamos de una época en la que, quien no podía o no servía para estudiar, a los catorce años o antes estaba ya trabajando. Esto de vivir con los padres hasta los cincuenta y cinco años o debutar como torero o dramaturgo a los cuarenta es cosa de los tiempos actuales.
María D´Albaicin en La Bella Durmiente
-María Albaicín fue la única española que formó parte de los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, solo ella y Félix el Loco bailaron en la mítica compañía.
La única española y la única gitana.
María D´Albaicin en La Bella Durmiente
-Hay un ballet sobre Félix el Loco, pero no sobre María D´Albaicín, cuya historia es tan trágica y conmovedora. Falta rendirle el debido homenaje a su figura. Debía ser una artista fascinante y bellísima que desde sus triunfos con la compañía de Diaghilev da el salto a estrella de cine, ¿Cuándo sucede esto?
-En el cine debutó en 1924, tras cuatro temporadas en los “Ballets Rusos” de Diaghílev. Lo hizo como protagonista femenina de “Surcouf”, una película francesa y de piratas en la que tenía también un papel Antonin Artaud, que aún no se había vuelto loco todavía. O creo que no...
-¿Qué papeles bailó María D´Albaicín en los Ballets Rusos?
En “Le Tricorne” interpretó a la molinera. En “La Princesa Durmiente”, donde Nijinska coreografió para ella una danza árabe con gran éxito de crítica, a Scheherazade, y también a una de las Damas de Compañía en la escena de “El Bautismo”. También bailaba sus piezas flamencas y números de “El Amor Brujo” en las galas que los Ballets Rusos ofrecieron en Montecarlo.
-¿Conservas las cartas que enviaba tu tía?
-No conservamos correspondencia suya. La nuestra ha sido una familia de muchos ajetreos y también con muchos cambios de vivienda.
-Tu tía se enamora y se casa en París con un famoso artista, Aimé Simon-Girard, que ha pasado a la posteridad como el D´Artagnan de la primera versión en cine de “Los tres mosqueteros”.
A Aimé Simon-Girard lo conoció en los ambientes artísticos de la capital francesa. Él ya era famoso como actor de cine cuando mi tía cosechó aquel gran éxito en París con Diaghilev y su espectáculo “Cuadro Flamenco” en el Teatro Olympia.
La primera película protagonizada por ella fue de la misma casa para la que solía rodar Aimé las suyas, así que el conocerse era inevitable, como seguramente también el enamorarse.
-Aimé Simon-Girard era también famoso cantante.
Sí, mi tía y él compartieron escenario muchas veces. Pusieron en pie juntos varios espectáculos con los que actuaron en varios países, además de figurar en el cartel de infinidad de galas benéficas con otras estrellas de la época: Mistinguette, Josephine Baker, Damia, Georges Charpentier...
Protagonizaron juntos dos películas -”Milord l´Arsouille” y “La grande amie”- y coincidieron también en el reparto de “Les Quatre Vagabonds”.
María D´Albaicin
-En el archivo de alguna filmoteca francesa habrá una copia de "Milord l´Arsouille” y seguro que en ella María bailó, pues hizo el papel de Fanny Elssler. Ojala algún día alguien la difunda. ¿En qué otras películas actuó María D´Albaicin?
-En cuanto al cine, mi tía protagonizó también la antedicha "Surcouf" y tuvo un gran éxito con "L'espionne aux Yeux Noires". Todas eran películas aún mudas, de las llamadas cinenovelas, que eran proyectadas en las salas de cine por episodios. Ya sonoras, hizo "Valencia" -para una productora alemana- y "El Embrujo de Sevilla", de Benito Perojo.
Y no pudo continuar su carrera, pues ya sabes que falleció con sólo veintiocho años.
-Es una historia terrible y trágica, enfermar en plena juventud, cuando el éxito y el amor le sonríen.
-Mi tía murió de tuberculosis en un sanatorio de los Alpes franceses. Luchó hasta el final por sanar, y de hecho tenía, cuando murió, firmados contratos de cine y proyectos de espectáculos, pero ya sabes que la tuberculosis era entonces un mal prácticamente incurable.
Mis tíos ganaron una fortuna, llevaban una vida mucho más que confortable, pero, por sí solo, el dinero no podía llenar los vacíos de la ciencia médica de la época en que les tocó vivir.
-Esta canción de su esposo, Aimé Simon-Girard, pienso que se la cantaría a ella y después de su muerte, recordándola.
La pongo en homenaje a María D´Albaicin.
-De los testimonios escritos que hay sobre María en los libros, el que más me gusta es lo que sobre ella cuenta el escultor Sebatián Miranda, que relata como en un lujoso hotel de Viena se queda mirando a una bellísima mujer; y de repente, ella se le acerca con los brazos abiertos y le dice, ¿Es que no me conoce Don Sebastián?...
Era María D´Albaicin, la niña que antaño acompañaba a su madre, Agustina, al estudio del escultor cuando hacía de modelo.
-Claro. De hecho, ha sobrevivido una fotografía de mi bisabuela bañando a mi abuelo, de pequeñito, en la fuente que tenía Sebastián Miranda en la terraza de su estudio.
-Y lo que termina contando el escultor es muy triste: en los cines de Madrid podía escucharse un llanto, el de Agustina, que cada tarde iba a ver las películas protagonizadas por su hija cuando ya estaba muerta, pues aquí la películas francesas se estrenaban con retraso...
-Bueno, es una recreación literaria de Miranda, con un punto melodramático, pero es de suponer que también con un punto de verdad.
¿Cuándo publicarás tu libro sobre María D´Albaicin? Me gustaría mucho invitarte a presentarlo aquí en el Ateneo.
-Pues primero he de terminarlo. Quizá mi creencia de ser diría que la única persona que puede escribirlo, me hace tomármelo con calma.
De momento, estoy esperando buenas noticias de mi agente, Laura Santaflorentina, sobre la publicación de otras obras ya acabadas y listas y que seguramente me servirán como estímulo para darme más prisa. Ojalá pueda decirte pronto algo y poder aceptar tu generosa invitación.
MERCEDES ALBI